Más de cuatro meses nos ha costado leer La fortaleza de la soledad (Ed. Mondadori), última novela publicada en castellano de Jonathan Lethem. Si no abandonamos la lectura de sus más de seiscientas páginas, fue por la simpatía que le tenemos a su anterior trabajo Huérfanos de Brooklyn (Ed. Mondadori), novela negra con detective con Síndrome de Tourette como gran aportación al imaginario de las historias policíacas.
Esta vez nos ha dejado extenuados ante la prolija recreación de los ambientes de su barrio en Brooklyn durante los años de su niñez. Aunque se agradecen los apuntes sobre el entonces incipiente arte del grafitti, el uso de la música pop para hilvanar diferentes momentos de una vida o la aparición estelar del mismísimo cineasta experimental Stan Brakhage, la cosa no acaba de funcionar. Novela muy descompensada que no encuentra un equilibrio en el ancho arco temporal-emocional que abarca. Experiencia fallida de uno de esos jóvenes narradores norteamericanos con pinta de primero de la clase, brillantes, desmesurados, desiguales y a un palmo de llevarse el Pulitzer, entre los que podemos contar, además de Lethem, a Michael Chabon, David Foster Wallace, Jonathan Franzen, Chuck Palahniuk y algunos más que olvidamos. Todos ellos gustan de meterse en camisas de once varas para castigo o gozo del lector y trufan sus historias de referencias pop desde una perspectiva contemporánea, en la que se habla de pop culture como de una asignatura más del conocimiento humano.
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